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Edición nº36 | Jueves, 21 de enero de 2016  |  Hemeroteca
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actualidad
TAMBIÉN LA EXPOSICIÓN AMBIENTAL A METALES PESADOS
Fumar en el embarazo aumenta por 2,5 el riesgo de TDAH
El trastorno interfiere en el desarrollo social y educacional del niño

Redacción. Madrid
La exposición ambiental de metales pesados y el consumo de tabaco en la gestación aumentan por un 2,5 el riesgo de que el hijo padezca trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). “Su importancia no solo radica en que el TDAH causa sufrimiento en los niños afectos, sino que también interfiere en el desarrollo social y educacional, y pueden conducir a problemas sociales y psicológicos que duran toda la vida”, comenta el pediatra Pedro Javier Rodríguez Hernández, del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, de Santa Cruz de Tenerife, y miembro del grupo de trabajo de TDAH de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (Sepeap).

La mayoría de los estudios indican que el trastorno afecta al cinco por ciento de los niños en edad escolar. Asimismo, los factores genéticos son, quizá, los más importantes, ya que se ha demostrado que el TDAH tiene una heredabilidad superior al 70 por ciento. Del mismo modo, diversos estudios de neuroimagen han revelado “diferencias estructurales y funcionales” en los cerebros de niños con y sin TDAH. Estos presentan menor volumen cerebral y menor grosor cortical.

Asimismo, más del 70 por ciento de los pacientes con diagnóstico de TDAH sufren otros trastornos, como son el trastorno negativista desafiante, trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo, trastorno disocial y trastornos de aprendizaje.

Tanto el tratamiento farmacológico como el no farmacológico han demostrado una efectividad y seguridad elevada, especialmente cuando se utilizan de manera conjunta. En este sentido, la terapia sin fármacos se debe realizar con los padres, con los niños (según la edad) y también con el colegio. Se trata de explicarles en qué consiste el trastorno, por qué se produce y qué pueden hacer para mejorarlo.

No es culpa ni de los padres ni de los niños; los síntomas tienen como causa una disfunción de origen cerebral, no se deben a que los niños sean vagos, desobedientes o desafiantes y, como tal, se puede tratar y mejorar. Transmitir la información al niño de forma fraccionada, en orden, y evitar dar más de una orden cada vez. Establecer rutinas para facilitar la organización y planificación. Limitar, en la medida de lo posible, los estímulos distractores”, zanja el especialista.

 

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