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Edición nº36 | Jueves, 21 de enero de 2016  |  Hemeroteca
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EN EL COLEGIO
ES UNA COMORBILIDAD FRECUENTE DEL TRASTORNO
Cómo detectar y combatir la dislexia asociada al TDAH
Un ambiente adecuado y un trabajo específico disminuyen las consecuencias

Redacción. Madrid
Según diversos estudios, entre un 8 y un 39 por ciento de los niños que tienen TDAH presenta dislexia. El TDAH con prevalencia de déficit de atención es el que se asocia a la dislexia con más frecuencia. Entre un cinco y un ocho por ciento de los niños escolarizados en Educación Primaria y Secundaria presentan este trastorno neurológico, y se estima que entre un 10 y un 15 por ciento de la población total puede sufrir dislexia. “El impacto social que tiene que soportar una persona disléxica es muy grande. En niños y niñas estas dificultades pueden desencadenar trastornos emocionales como ansiedad, baja autoestima y fracaso escolar y en adultos no diagnosticados, les puede comprometer a reducir sus expectativas profesionales”, afirma Anna López, consultora del Máster de dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y médico especialista en dislexia del Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona.

Detectar la dislexia no es fácil, por lo que Anna López propone algunos indicadores de progreso que los niños deben haber integrado y superado según su franja de edad y que podrían convertirse en signos de alerta:

De los cinco a los siete años: relacionar grafía y el sonido; conseguir identificar los sonidos que componen las palabras e identificarlos; reconocer palabras que empiezan con la misma letra (por ejemplo, mamá, mapa y mantel); leer y descifrar palabras sencillas aprendidas; aprender los días de la semana y los números del uno al diez; tener capacidad para rimar palabras (por ejemplo, gato y pato).

De los siete a los nueve años: mejorar la velocidad lectora; saberse las tablas de multiplicar; no cometer errores ortográficos naturales o básicos; construir discursos escritos bien estructurados; no utilizar con frecuencia “eso” o “esa cosa”, sino usar palabras específicas para referirse a objetos y cosas.

La especialista en trastornos del lenguaje afirma que para un correcto diagnóstico “se debe tener en cuenta el historial clínico, es decir, los antecedentes familiares; la motricidad del niño o niña; las relaciones sociales; la adquisición de hábitos y el uso del lenguaje. Asimismo, se debe estar alerta de los informes escolares y los avisos de los maestros, pues para los padres es difícil conocer el nivel académico de su hijo o hija, ya que no pueden compararlo con el grupo clase”.

Cómo ganar terreno a la dislexia

“Diferentes estudios han demostrado que la dislexia tiene un carácter hereditario; pese a ello, con una intervención adecuada se puede mejorar la velocidad lectora hasta niveles funcionales. La influencia de un ambiente adecuado y de un trabajo específico es capital para disminuir la incidencia de este trastorno”, afirma Llorenç Andreu, director del Máster de dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje de la UOC.

Para este especialista, “la intervención debe ser lo más precoz posible y tiene que combinar un trabajo coordinado entre maestros, especialistas y padres”. Andreu recomienda centrarse en cinco ámbitos fundamentales: trabajar la conciencia fonológica, es decir, trabajar la relación entre sonidos y grafías con juegos como, por ejemplo, buscar palabras que empiecen, contengan o acaben en una letra determinada; trabajar la correspondencia grafema-fonema, es decir, el conocimiento del nombre y el sonido de cada letra; mejorar la velocidad lectora con ejercicios para la identificación rápida de palabras o la representación gráfica de letras y palabras; ayudarles a mejorar el ritmo de la lectura, darles pautas para estructurar un texto escrito o poner especial atención en los signos de puntuación; y enseñarles estrategias compensatorias, como proponerles técnicas de estudio con pautas como leer, subrayar, hacer esquemas, memorizar y repasar.

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son buenas aliadas. Según Anna López, la introducción de las TIC en el mundo de la dislexia puede “ayudar a mejorar la vida de los disléxicos”. Por ejemplo, con el uso de la tecnologías como “los procesadores de voz, herramientas que pasan de las letras al sonido; el ordenador que lee el texto digital; aparatos de reconocimiento de voz que transcriben del sonido a la letra y los correctores ortográficos”.

 

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